Hace un par de años era una exitosa empresaria, que armando su vida a pulso y dando cada paso con una gigantesca mochila llamada adversidad, ha logrado cada uno de los objetivos que se ha propuesto. “Es que muchas veces uno nace en un lugar en que no está llamada a vivir, o de una forma en que no es la correcta para uno” comentó, y bajo esta primera prueba te ves obligado a buscar tu destino. Entonces luchas por ser consecuente y encontrar respuestas.
Lo que esta mujer buscaba era justicia, igualdad de oportunidades. No debe ser fácil crecer en un mundo al cual a la mujer solo le corresponde ser mujer y tú como tal, quieres más. Ella quería “justicia, libertad y autonomía”, me dijo con ahínco; puras bellas palabras que solo se logran obedeciendo a la última. Cosa que a los 16 años supo como conseguir; comenzó a ahorrar, cada peso que ganaba animando cumpleaños y cuidando niños vecinos los guardó, fue tan matea y obstinada que al salir de las monjas y lo digo así, por que en aquellos tiempos los colegios eran colegios y las monjas eran monjas, que logró entrar a la universidad a estudiar la que sería su primera carrera, como en su familia era imposible que una mujer accediera a los estudios superiores se radicalizó, logrando uno de sus primeros objetivos, entrar a la Universidad de Chile a estudiar Bellas Artes, junto con esto, y en un país sumamente politizado, comenzó a militar en el MIR, se embarazó, la detuvieron, la torturaron y bajo el eterno temor previo a la democracia logró insertarse en un, hasta ese entonces, insólito mundo laboral, el de las recién llegadas multinacionales.
Es que cuando uno quiere algo no falta nada para conseguirlo, es no parar, no dejar de mirar el objetivo, ser consecuente con lo que uno quiere y necesita. “Es como el marketing”, me decía, “debemos detectar que es lo que necesita el consumidor y que debemos hacer para entregárselo, es hacer sin engaños, lo que es correcto y bueno para uno y para los demás”. En el camino aparecen nuevas miradas, nuevos ejercicios, antiguos mecanismos que florecen en este proceso de auto observación y validación en el medio, en el mundo que finalmente uno no solo quiere, sino que también necesita vivir. “Y la lucha es hasta el final y pasando por todo”, es que al parecer no es solo consecuencia, también es pasión y amor por la vida.
Esto reafirma que hay momentos para todo, para trabajar de empleado, como secretaria, como productor o gerente, hay tiempo para irse y armar un proyecto propio, hay tiempo para compatibilizar trabajos y para mirar el mar.
Ella después de años de buscar salir de la clandestinidad mirista, de sacarse la cresta trabajando como un hombre más, en un trabajo donde solo se sabía que era mujer cuando le entregaban su cheque a fin de mes. Volvió a su primera inquietud de vida, esa que nunca había olvidado pero que a ratos, al perecer, dejó durmiendo en una caja tan sagrada que por más cambios y pericias nunca se destruyó; el de la espiritualidad.