lunes, 29 de octubre de 2012

La dieta del miedo


Llevo unos días pensando en como se construyen las relaciones, en como dos personas que se cruzan pueden construir desde lo que cada uno es. Partiendo de la base que estamos todos cagados, que ningún adulto llega a enfrentarse a una relación sin tener partes del corazón roto, traumas y miedos que nos persiguen desde los cuentos de hadas, hasta las películas que nuestro propio Dream works continua, con esfuerzo, produciendo.

Pero en el cotidiano, sin el  glamour cinematográfico, el escenario del miedo y su arranque es bastante menos auspicioso y bastante más común de lo que imaginamos, primero empezamos a ver como la cajetilla de cigarros dura la mitad de lo que duraba y el bar de la casa, para no notar desabastecimiento debe ser rellenado con mayor frecuencia, es que necesitamos estar estimulados, la pareja estimula tanto que uno puede encontrar en cualquier comedia romántica un buen panorama, cuando afuera la fiesta está que arde, o en un almuerzo familiar de domingo un gran domingo, cuando antes esos domingos eran para horizontalizar el cuerpo sin culpa. Y así vivimos en el vaivén del corazón, la cabeza y la vagina, pensando en todos los momentos mamones que alguna vez construimos y que hoy dejamos de hacerlo por miedo.

Lo hacemos cuidándonos para que no nos hagan sufrir, creyendo que así estamos cuidando del otro, aunque no tengamos idea lo que el otro necesita, porque los miedos bloquean, entonces los queremos proteger a todos, como los fríos que les dan a las mamás y obligan a tener al pobre niño corriendo con un sudoroso chaleco, tejido por la también culpable de los miedos, la Big Mama, esa abuela que vivió diciendo “pobresito” a todo lo que no estaba en el patrón, sin importar que desde ese no patrón hay una felicidad infinita… Pero no!, uno tiene miedo igual, aunque sepa que puede no tenerlo, es que yo creo que se a transformado casi en una costumbre, es como un habito, he llegado a pensar en que es fácil vivir así, tengo miedo, arranco (lo he hecho, vengo saliendo de una corrida maratónica que duro años, muchos años), entonces nos refugiamos en el miedo y así parece que nos estuviéramos cuidando; mientras vemos la vida pasar, las botellas de vino desaparecer y la cajetilla de cigarros a la mitad.

Y yo entiendo, ah! No quiero parecer un robot que decidió no arrancar más y que no teme al sufrimiento, por que me da pánico, pero más miedo me da paralizarme, obligarme a no sentir para ahorrarle sufrimiento al corazón, si no es nuestra cuenta corriente, no hay nada que ahorrarle, es un órgano que de seguro sabemos como cuidar, y al que seguramente solo le falta práctica y arrojo, que sabiendo como bombearlo lograremos recuperar antes del próximo posible ataque, o al menos lo salvaremos antes que a nuestro hígado y pulmones con la dieta del miedo.