Llevo unos días pensando en como se construyen las
relaciones, en como dos personas que se cruzan pueden construir desde lo que
cada uno es. Partiendo de la base que estamos todos cagados, que ningún adulto
llega a enfrentarse a una relación sin tener partes del corazón roto, traumas y
miedos que nos persiguen desde los cuentos de hadas, hasta las películas que
nuestro propio Dream works continua, con esfuerzo, produciendo.
Pero en el cotidiano, sin el
glamour cinematográfico, el escenario del miedo y su arranque es
bastante menos auspicioso y bastante más común de lo que imaginamos, primero empezamos
a ver como la cajetilla de cigarros dura la mitad de lo que duraba y el bar de
la casa, para no notar desabastecimiento debe ser rellenado con mayor
frecuencia, es que necesitamos estar estimulados, la pareja estimula tanto que
uno puede encontrar en cualquier comedia romántica un buen panorama, cuando
afuera la fiesta está que arde, o en un almuerzo familiar de domingo un gran
domingo, cuando antes esos domingos eran para horizontalizar el cuerpo sin
culpa. Y así vivimos en el vaivén del corazón, la cabeza y la vagina, pensando
en todos los momentos mamones que alguna vez construimos y que hoy dejamos de
hacerlo por miedo.
Lo hacemos cuidándonos para que no nos hagan sufrir, creyendo
que así estamos cuidando del otro, aunque no tengamos idea lo que el otro
necesita, porque los miedos bloquean, entonces los queremos proteger a todos,
como los fríos que les dan a las mamás y obligan a tener al pobre niño
corriendo con un sudoroso chaleco, tejido por la también culpable de los
miedos, la Big Mama, esa abuela que vivió diciendo “pobresito” a todo lo que no
estaba en el patrón, sin importar que desde ese no patrón hay una felicidad
infinita… Pero no!, uno tiene miedo igual, aunque sepa que puede no tenerlo, es
que yo creo que se a transformado casi en una costumbre, es como un habito, he
llegado a pensar en que es fácil vivir así, tengo miedo, arranco (lo he hecho,
vengo saliendo de una corrida maratónica que duro años, muchos años), entonces
nos refugiamos en el miedo y así parece que nos estuviéramos cuidando; mientras
vemos la vida pasar, las botellas de vino desaparecer y la cajetilla de
cigarros a la mitad.
Y yo entiendo, ah! No quiero parecer un robot que decidió no
arrancar más y que no teme al sufrimiento, por que me da pánico, pero más miedo
me da paralizarme, obligarme a no sentir para ahorrarle sufrimiento al corazón,
si no es nuestra cuenta corriente, no hay nada que ahorrarle, es un órgano que
de seguro sabemos como cuidar, y al que seguramente solo le falta práctica y
arrojo, que sabiendo como bombearlo lograremos recuperar antes del próximo
posible ataque, o al menos lo salvaremos antes que a nuestro hígado y pulmones
con la dieta del miedo.