lunes, 4 de abril de 2011

Acercándome a Brooklyn


Hoy me quedó claro que estoy recién comenzando a conocer NY… Menos mal! Por que esta mañana sentí un poco de temor, sentí un vertigo extraño, que todo va demasiado rápido, que cada día es imparable y cada noche una nueva aventura frente al computador y a mi actual mejor amigo Word, es que han sido días intensos, ágiles y sin pausas, desde que llegué, hace ni siquiera una semana.
Son recién 4 días en esta loca ciudad y después de mi última experiencia en metro, que por cierto me obligó a caminar ayer mas de 40 inspiradoras cuadras, decidí que antes de salir tengo que estudiar las calles por las que voy a transitar y el plano del “submundo”. Mi inglés hablado sigue siendo una piedra de tope para mi relación con otros seres humanos, por lo que me he mantenido al margen de la generación de diálogos y exceso de prenguntas a la comunidad Neoyorkina. Por eso, para el programa de hoy “Williamsburg” partí mas preparada, y aunque igual me perdí, mi otro mejor amigo “mapa” fué muy leal y pude encontrar las coordenas. Julia creo que tuvo un exceso de confianza conmigo y sus referencias dejaron de ser tan puntuales, pero bien, es parte del camino que tengo que recorrer estando acá.
Después de una divertida caminata por Bowery hasta Kenmare, pude percartarme del loco cambio de idioma en los carteles y en los papeles del suelo, del Inglés al Chino, ese debe ser el camino para Chine Town, o la periferia de ese popular barrio, al cual me negué a entrar para conocerlo con mayor profundidad, tenía muchas ganas de llegar a Brooklyn. Ahí tomé el metro, crucé el Puente Williamsburg y llegué a la zona Judía por excelencia en esta parte del territorio, un lugar alucinantemente distinto a todo lo que había visto, acompañada de un Ipod Shuffle y una seductora voz masculina que me iba contando, en inglés, la historia del lugar, la creación de la comunidad y el estilo de vida actual del barrio. Como era de esperar entendí solo en parte lo que me iba diciendo, y moviéndome a gran velocidad lograba establecer las coordenadas para ir al ritmo del tour más personal que había experimentado en mi vida, a ratos le ponía pausa para sacar fotos, para mirar a las numerosas familias judías y sus costumbres, hombres con hombres y atemorizadas mujeres compartiendo sólo entre ellas, sin mezclarce en público con sus hombres, por que en la intimidad deben mezclarce bastante… Vuelvo a destacar “numerosas familias”. Algo que me había llamado la atención de NY son la falta de niños, hoy pensé: Están todos en Williamsburg! Y son judíos!, esta ciudad aún tiene salvación. El tema es si los poderes políticos querrán que sea esta comunidad la que reine en un futuro, si no, sólo las hijas de Obama podrán hacer algo.
Después de este personalizado tour continué con el propuesto por Julia, apoyada por mi mapa no fué tan difícil llegar a Bedford, la calle taquilla de Williamsburg, lleno de bares, librerías, disquerías, un par de pequeñas pero buenas galerías de Arte y de mucha gente derrochando estilo, un placer a la vista. Para hablar de los espacios de Arte me gustaría ver un poco mas, ambas Salas “Like de Spice” “Pierogi Gallery”, tenían muestras demasiado distintas, una absolutamente figurativa, moderna pero figurativa al fin y la otra con dibujos y mapas que marcaban la ruta hacia un punto indeterminado, jugando con la política y los distintos poderes de este país, interesante las dos, pero no demasiado. Pienso que esta ciudad me tiene tan impactada aún, que ver obras no demasiado potentes no me están provocando sensaciones potentes, ni pegar la mirada en ellas… Es la ciudad la gran obra para mí en este minuto.
Es que es imposible escapar de ella, cada realidad y cada nueva imagen me impacta, me conmueve, me inspira, me hace sentir que el mundo se esta moviendo, que todo lo que pasa es nuevo, independiente al día anterior, a la realidad de mi propio mundo y eso me gusta, me distrae sin volarme, aterrizada en cada esquina, en cada paso, en cada estación de metro, en los ojos de cada uno de los habitantes de esta ciudad.

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